martes, noviembre 13, 2012

Cuerdos y ciegos

Iba caminando, como de costumbre, luego de mi trabajo a descansar a mi casa. Había sido un día martes como cualquier otro, generalmente estos días son especialmente pesados. Tienen un efecto especial, porque siempre termino mis lunes muy cansado, como si ya fuera miércoles, y de pronto me doy cuenta que estoy recién empezando mi semana. Es frustrante... por eso los martes son tan agotadores.

Seguí el camino de siempre, ¿por qué habría de ser diferente? ¿Por qué tomaría uno distinto? Todo debía disponerse como era ya rutinario. Los martes, justamente por ser más pesados, siempre pedía que me esperaran con una sopa reconfortante. Mis pequeños querubines, aunque revoltosos, le dan vida a la casa. Cierto es que me agotan con facilidad, y que cuesta ser tierno y simpático cuando te toca disciplinarlos. Pero ahora, sobre todo ahora, a minutos de llegar a mi casa, los extraño y los quiero como nunca.

Todo debía ser normal a todos los martes, y sin embargo, no fue así. A medio camino, apareció una persona deshecha. Estaba histérico, no se podía distinguir bien al principio si estaba enojado o triste, porque lloraba y a la vez gritaba con rabia. Estaba fuera de sí, completamente despeinado, con la expresión como si hubiese sido testigo de un asesinato o como si él mismo lo hubiese cometido. Admito que me asusté mucho, y al principio no pude prestar atención a lo que decía, porque su imagen era más potente que sus palabras. Más tarde pude entenderlo un poco más.

Estaba corriendo de un lado para otro, se dirigió a un hombre que estaba un poco antes que yo y lo increpó. Le dijo que cómo no hacía nada, que por favor lo ayudaran, que había niños que se estaban muriendo justo al lado suyo. Me perturbé por completo, miré a mi alrededor y busqué a los niños; pero no estaban por ningún lado. Pero él insistía y apuntaba al lado del señor, que ya no sabía cómo reaccionar y vi que estaba apunto de golpearlo, seguramente pensando que era un intento de asalto. El lunático pronto se dio cuenta de la impresión que le estaba causando a su interlocutor y lo dejó, no sin antes mostrarle una inexpresable cara de repulsión. Y ahí fue cuando me observó y se dirigió a mí. Ahora era a mí a quién interpelaba, sólo que empezó desde un principio más violento, preguntándome si acaso yo tampoco haría nada. No supe qué responder, moví mi cabeza diciéndole que no, sólo que no supe qué le estaba negando. Sus gritos se volvieron de angustia y me tomó de la ropa, pidiéndome que por favor los ayudara, que se estaban muriendo justo al lado mío, que tenían hambre, que algunos estaban gritando y otros ya no tenían fuerzas para hacerlo. Me dijo que a algunos los había secuestrado un grupo rebelde, que los sacaron de sus casas por la noche y los obligaban a matar. Yo no entendía nada, miraba a mi alrededor y no los veía, y por la angustia del señor pensé que tal vez le había pasado algo a sus hijos. Le dije que llamáramos a los carabineros, pero el me negó con la cabeza y ya sin poder hablar sólo se tiró al piso a llorar desconsolado. Fue entonces cuando llegó otra persona buscándolo, de bata blanca, por lo que deduje que era un médico. Se aproximó a nosotros y me pidió disculpas. Mientras tomaba al loco, me explicó que era un paciente que se había escapado, alguien que al parecer padece de esquizofrenia y que enloqueció luego de visitar África, creo. Me dijo que desde entonces parece alucinar y cree ver a estos niños que mueren de hambre allá, sólo que los ve al lado nuestro. Al decir esto y mientras el esquizofrénico se paraba, dijo: "no estoy loco, son ustedes los ciegos que no quieren ver". El médico no le discutió, sólo le dio palabras para tranquilizarlo un poco. Cuando ya se estaban yendo, me pidió nuevamente disculpas y me dijo que tratara de entenderlo, después de todo, le tocó ver una realidad muy fuerte y que no soportó el impacto, a lo que le respondí: "bueno, se entiende, la situación de esos pobres niños es insoportable". "Sí, qué lástima. Dios quiera que algún día acaben esas penas", me dijo antes de desaparecer.

Traté de volver normalmente, de hacer las cosas como siempre, pero algo era diferente. Por un momento me puse un poco paranoico y miraba a mi alrededor constantemente, por si es que había algún niño muerto. De pronto sentí que eso podría estar más cerca, me imaginé incluso cómo sería si esos niños realmente estuvieran muriendo a nuestro lado y no fuéramos capaces de verlo; pero ya al cabo de 10 minutos se me había pasado la paranoia y agradecí que es realidad no fuera de este lugar. Luego me fui preguntando cómo es posible que la locura pueda pegarse de esa manera, con sólo un par de segundos y me hizo cuestionar lo que era real y lo que era mentira.

Al llegar a mi casa, ya todo era normal. Pude tomar mi sopa y quitarme un poco los nervios que se quedaron conmigo después del incidente. De todas formas, esta vez me nació darle un abrazo más grande a mis pequeños. Quise abrazarlos un poco más y agradecí que no nos tocara ese tipo de cosas. Aunque un poco extrañados, recibieron bien mi exceso de cariño. Pero traté de que no se notara mucho, porque podrían malacostumbrarse y aprovecharse, así que después de 10 minutos les pregunté por sus tareas para mañana.

domingo, noviembre 04, 2012

Oro y brillo

No todo lo que brilla es oro, ni todo el oro brilla, ni tampoco se prefiere siempre el oro a lo que brilla.

Nunca he tenido claro por qué nací sin brillo. Uno puede vivir sin problema sabiendo que no es oro, pero es más difícil además no poder siquiera brillar. Como si las marcas vinieran desde el principio, como si algo te hubiese dicho cuando naciste "tú no eres para brillar".

Hoy el romance entra por los ojos, y sólo entra aquello que brilla. Acá en la Tierra no te sientes muy diferente a las estrellas: si no brillas, simplemente has pasado desapercibido. No te ves, no existes. A veces, casi por un error, por uno de esos caprichos del azar, alguien te ve, te visita, te da su cariño; pero ese alguien no se da cuenta cómo está deseando aquellas otras estrellas que brillan. Uno sí, sí lo nota, y no te queda más que ver el futuro con resginación. Sabes que llegará ese día en que simplemente partirá hacia la estrella brillante que está al lado tuyo.

Las estrellas son belleza, le dan romance a la vida. De cierta forma, mientras más brillas, más estrella eres. Y uno piensa ¿qué sentido tiene ser así y no brillar? Eres un espacio mal ocupado en el universo, un desperdicio. Estás hecho para ser reemplazado, tu existencia parece un error, como una contradicción.

Con el tiempo quise pensar que la belleza era un requisito de los objetos, que quizás nosotros podríamos definirnos por algo diferente. Para mí las personas siguen siendo más que su cáscara, pero después de todo puede ser que todas las estrellas que no brillan pretenden encontrar en vano algo más que las defina. Hay cosas con las que simplemente debe aprenderse a convivir y soportarlo.

El oro es algo muy valioso entre nosotros, pero también lo es mucho aquello que brilla. Y todo el resto, aquello que no es oro ni que brilla, es solo "algo que debió haber sido lo uno o lo otro". Como una mancha, nos definimos como algo que no debe existir, como un error, lo que sobra, lo que debe ser lavado.

Y bueno, después de todo quizás es ésta la razón por la que nunca te brillaron los ojos. ¿Cómo habrían de brillar, si me estaban mirando a mí... una mancha? Buscaba en su reflejo una ilusión, como quien pretende encontrar oro mirando una roca.

Después de todo, ¿de qué otra forma pudo haber sido...?

domingo, octubre 28, 2012

Algunas veces...

No creo que sea envidia ni nada por el estilo. Porque además, ¿de qué sentirían envidia?

Sin embargo, algunas veces siento que es algo así como rabia, o como si quisieran demostrarme a mí mismo que no tengo nada de especial; pero ustedes no saben que eso es algo que hace mucho ya tengo claro. Compiten contra mí en un juego en que no estoy participando, y sus ataques no pueden llamarse victorias (porque para ganar, se requieren dos competidores), sino que sólo son una herida que duele mucho.

No lo entienden ni pareciera que lo entenderán. Tampoco los culpo, supongo que no tienen cómo saberlo. Es sólo que a veces lamento que tampoco estén dispuestos a escucharme.

Quizás algún día podré desaparecer, quizás entonces las cosas funcionen mucho mejor. Les molesto sin tener la intención de hacerlo.

viernes, octubre 26, 2012

Como un extranjero...

Como un extranjero, así es como me siento. Así es como me he sentido por tanto tiempo y pareciera que no puede cambiar. Como un extranjero en mi propia tierra, con mi propia gente. De tantos nombres que lo he llamado, y es esa sensación constante de que estoy sobrando, que no encajo, que soy de otra época, que estoy sólo por error acá. Un desadaptado, un error. Así me siento, eso creo que soy.

Entiendo el idioma, pero es imposible comunicarme. Los códigos son diferentes; mis valores, anacrónicos. No puedo entender nada y es desesperante. No hay espacio para mí, en todas partes se vuelve sofocante. Porque los veo y me siento solo. Veo cómo se comportan, qué cosas hacen, qué cosas dicen, y sólo puedo pensar que es una mala broma. No debería estar acá, estoy equivocado. Vivo con ellos, pero en un mundo completamente diferente. Un error, una falla cósmica, eso soy. No importa cuántos sea o qué tan cerca estén. A veces incluso es su cercanía la que me hace sentir más solo. Solo, solo, completamente solo.

¿Dónde hay un espacio para respirar? Si es todo a mi alrededor lo que está fuera de mi dimensión. O sea, soy yo quien está sobrando. Pero soy un error involuntario, una equivocación que no depende de mí. Nunca pedí estar aquí (eso creo).

Cuando camino y miro a todos, me siento como un extranjero. Estoy completamente solo, ajeno y anónimo en un lugar que me recibió y me padece. A veces miro con curiosidad, y tantas otras veces observo con repulsión. Pues acá, en esta tierra desconocida con personajes exóticos, hay una serie de prácticas y tradiciones que no entiendo. No es que los envidie, pues uno siempre prefiere quedarse dentro de lo que conoce. De alguna forma, uno está cómodo con lo que es. Y sin embargo, más de alguna vez he deseado ser parte de esta tierra y estas personas. Las miro compartir sus códigos y comunicarse con toda naturalidad, reír, alegrarse, celebrar, pelear, enojarse y llorar por tantas cosas que ellos entienden y que sólo puedo mirar con curiosidad.

Cuando eres un extranjero, no importa cómo sea el lugar, siempre se te hace lo suficientemente grande como para sentirte siempre solo; y a la vez, lo suficientemente chico como para sofocarte y sentirte atrapado. No hay dónde correr, en todas partes hay una infinita soledad. No importa lo que intentes, siempre hay algo que te lo recordará.

Luego de haber intentado tantas veces poder encajar, luego de haber fingido que eres parte de ellos, luego de haber intentado muchas veces unírteles... bueno, sólo va quedando la resignación. Las cosas no pareciera que fueran a cambiar. Y entonces no se te ocurre nada mejor que esperar, aunque no se tiene muy claro a qué. Sabes que con el tiempo algo podría pasar, algo hará ver las cosas como diferentes. Seguramente, algo tendrá que ocurrir...

Mientras tanto, sólo queda vagar. Como un extranjero... y nada más.

jueves, octubre 25, 2012

Sólo un sueño

Ni siquiera puedo recordar cómo empezó. Sólo estábamos ahí, de frente uno y el otro. Tu sonrisa parecía mostrar que estabas tranquila y en armonía. No sé cómo habrá estado mi rostro. Parece que estaba todo nublado, y el ambiente entero estaba enrarecido. Aunque mudo, todo a nuestro alrededor gritaba que éstos eran los últimos encuentros. Se acaban las despedidas y sólo queda el último adiós. Tal vez no era éste el último, de hecho parecía que no; pero sí de los últimos. Sí se estaba acabando el proceso y ya no quedaban excusas para extenderlo. Estaba llegando ese momento horrible a mi vida.

Con esa sonrisa tan armónica, me entregaste algo así como un pendrive. Ahí había varios archivos tuyos que por algún motivo querías compartir conmigo. Tal vez no expresaba externamente todo lo que me sucedía, no estoy seguro; pero por dentro estaba desesperado. Quería ver de inmediato lo que me mandaste, quería verte, sólo eso... verte y no dejar de hacerlo.

Cuando puse tus documentos en un computador, pude proyectar los archivos. Era una forma extraña. Había fotos y videos de tu vida en este último tiempo. La proyección era como virtual, de hecho yo estaba dentro del archivo, podía moverme por donde quisiera y pasearme como un fantasma, sin cambiar nada y sin que nadie me viera. Te vi primero jugando cartas en un patio, estabas con otras personas y reían y disfrutaban. Yo me padeaba alrededor de la mesa, sin saber exactamente cómo funcionaba esto. Pronto me di cuenta que nadie notaba mi presencia, pero que podía viajar por todos lados con plena libertad. Sin embargo, me quedé ahí, mirándote constantemente. De a poco me iba acercando cada vez más, hasta que te pude tocar. Era impresionante...

Al tocarte, la proyección era tan real como si yo estuviera en ese mismo pasado. Tal vez eso era, no lo sé bien. Luego, puede ser que como un perro o como un completo idiota, aproveché la instancia para abrazarte. Te di un abrazo desesperado, el abrazo que no pude darte cuando me entregaste los archivos, ese abrazo que hace tantas semanas necesito. El tacto era un poco débil, a veces se perdía, pero a ratos era tan real como si te tuviera conmigo. Sólo hizo que me desesperara más, buscaba como un enfermo poder abrazarte. Después de un rato te paraste (alcancé a darte sólo 3 abrazos mientras estabas sentada). Entonces, empezaste a moverte y corrías por el patio mientras reías, era como si estuvieras corriendo de mí. Yo, de todas formas, te seguía. Era inevitable, quería otra vez sentirte un poco más, como sabiendo que en algún momento esto tendría que terminar y que no podría repetir esta oportunidad única. Te sacaste un poco de ropa ligera que tenías y te lanzaste a la piscina en traje de baño. Yo, obviamente sin pensarlo, me tiré detrás de ti. Nadé y nadé hasta alcanzarte donde estabas reposando. Estabas de espalda y pude abrazarte otra vez. No fueron ni 5 segundos cuando nadaste a otra punto, yo detrás, y alcancé a sentirte una vez más. Otros 5 segundos y volviste a nadar, esta vez hasta salirte de la piscina. El contacto era débil, pero por unos breves instantes sentía plenamente tu cuerpo, como si reviviera por completo momentos que realmente pasaron. Salí de la piscina y fui detrás de ti. Un tercer abrazo, fugaz como los otros, donde pude sentirte otra vez... y ésa fue la última.

No recuerdo con claridad, pero creo que después de eso desperté. Otra vez, de vuelta a la realidad. Con el aire aún enrarecido por los momentos finales, por las últimas despedidas. El temido último adiós.

Y bueno, creo que ésa fue la última vez. He revivido todo el día la última sensación de haberte abrazado, de haberte sentido. Aunque fue sólo eso... sólo un sueño.

miércoles, octubre 17, 2012

Veo fantasmas

Veo fantasmas al despertar por la mañana, al caminar por las tardes y al acostarme por las noches.

Estos fantasmas tienen nombres, muchos de ellos me han acompañado por muchos años y otros se han unido sólo recientemente. Algunos son mujeres, algunos son hombres y otros no tienen sexo definido. A veces ellos hacen cosas y yo reacciono, pero la gente no entiende por qué hago o digo tal cosa, pues ellos no ven que ahí están los fantasmas. Algunos son más violentos, otros quieren hacer las paces. Algunos me hablan todo el día, otros me dicen cosas de vez en cuando. Pero todos están de alguna u otra forma siempre presentes, no puede pasar un día sin que los vea.

Hay mucha gente que no entiende lo que es convivir con fantasmas. Hay gente que no entiende que esas voces te hablan y no te dejan tranquilo. No saben que aprender a vivir con ellos es un desafío, aguantar su presencia es un desgaste emocional enorme. No saben cuánto daría por que ellos simplemente desaparecieran.

Pero bueno, no hay mucho más que hacer por ahora. Ellos están ahí y no tienen muchas ganas de irse. Yo hago lo posible cada día por hacer que se vayan, pero no se puede hacer nada. POr mientras, sólo resta aprender a vivir con ellos. Es esa voz que todos los días me dice que soy nadie y que nada podré conseguir. Esa otra que me dice que mis intentos son inútiles. Aquella que me dice que sólo estoy para estorbar, y aquella otra que me recuerda que vivir en la miseria es un suplicio y estoy condenado a ella. Y cómo no, el fantasma más fiel es el de ella, la que me insiste cada día en revisar las razones por las que no estamos juntos y por qué no podríamos volver. Cada día está ella, y cada día están los otros.

Pero bueno, ¿qué más puedo hacer? Ahí están mis fantasmas y algún día desaparecerán. Sería muy triste que me acompañaran hasta mis últimos días, pero de todas formas debo estar preparado. Podrían estar siempre para acompañarme, podrían ser mi más leal compañía. Es por eso que debo aprender a sobrellevar mis días, ordenar los pensamientos y aprender a convivir con ellos. Después de todo, están ahí para saludarme al despertar, hablan mientras camino y me acompañan al dormir...

domingo, octubre 07, 2012

Todo en un suspiro

Abría los ojos en medio de la noche. Los párpados se abrieron abruptamente, atravesando la oscuridad de la noche para ver todo vestido de una luz tenue. Casi de forma inmediata, como automático, un suspiro que resonó fuerte en medio del silencio. Aunque todavía aturdido, iba notando que el corazón latía con fuerza; pero que de a poco iba recobrando su ritmo normal. Mirar hacia los lados, una y otra vez, para saber que realmente estoy acá y que sólo se trataba de otra pesadilla. El reloj dice: todavía quedan 3 horas antes de despertar. No queda otra que volver a dormir, no sin antes dar un profundo suspiro.

Abrir los ojos. Esta vez hay algo de luz en la pieza. Antes que todo, un suspiro, un muy fuerte suspiro.

No he acomodado mi cabeza de la posición de sueño. Siempre abro los ojos y suspiro un poco agitado para darle la bienvenida a mi día. Me quedo mirando hacia el otro lado de la cama para recordar: no hay nadie ahí. Un poco ante la incredulidad matutina (y ya tan rutinaria), repaso los hechos que me importan para tratar de distinguir y recordar qué es lo verdadero, qué ha sido un sueño y cuáles han sido sólo una pesadilla. El resultado es siempre el mismo: hace tiempo, fue un sueño; ayer, una pesadilla; hoy... hoy siempre comienza con una incredulidad, luego trato todo el día de asumir las cosas, aceptar la realidad, tratar de superarla, empezar el difícil camino de emerger desde lo más profundo, sólo para acabar el día, con otro suspiro, y despertar sabiendo que el día anterior sólo fue de nuevo una pesadilla. Me levanto, aunque siempre atrasado.

El día avanza, avanza, avanza. Cada día reaprendo algo que cuando pequeño lo tenía más asumido que ahora: el tiempo es inexorable. No importa cuánto lo desees, con qué fuerza lo anheles... el tiempo ha pasado. Cuando he reflexionado esto, pienso en que ya han pasado otros segundos, sin darme cuenta, sin pedirme permiso, sin preguntarme si quería que pasaran. ¿Qué se le puede hacer?

Durante la tarde, es sano salir a caminar. Tal vez se solucionen los enredos de la cabeza, tal vez pase algo por lo que los puedas olvidar, o quizás simplemente me llegue la muerte. Es sano caminar. El viento viaja a través de las hojas de los árboles, y una sinfonía tan bella como tenue, tan delicada, siempre me produce la curiosidad de si acaso es el mundo quien me está hablando, si acaso la naturaleza me está dando respuestas o sólo me da su apoyo. ¿Y si acaso me trajeran un mensaje de muy lejos? ¿Alguien que me quiso mandar un mensaje? No sé si sea así, pero al menos yo siempre dirijo mensajes y buenos deseos a través de ese viento. El destinatario es siempre el mismo... bueno, siendo precisos, siempre la misma. ¿Será que habrá respondido a alguno? No, ella está más ocupada en otras cosas.

Ya se ha oscurecido. Sé que debo acostarme y dormir, pero hay algo tan desagradable en pensarlo... "se va a acabar un día más. Cuando despierte, será lo mismo". No es la monotonía lo que me desespera hoy, sino el dónde vivo esta monotonía: una eterna pesadilla. Tengo sueño, pero siempre me resisto a dormir. ¿No podría suceder algo en último momento? No sé exactamente qué espero, pero lo espero con ansias (¿o la espero con ansias?). Sin embargo, el tiempo es inexorable y debe llegar el aterrador momento. "Debes acostarte. Hoy, nuevamente, has perdido". Abro la ropa de cama, como agitando mi bandera de rendición. Me acuesto, la señal de que he fracasado. Busco una posición cómoda para poder conciliar el sueño. Cuando mi cabeza está en la posición para dormir, miro por última vez ese lado vacío de la cama. Trato de resignarme... suspiro fuertemente y cierro los ojos.

Abro los ojos en medio de la noche. Los párpados se abrieron abruptamente...