sábado, octubre 17, 2009

¡Oh! Gran Arquitecto... ¡te invocamos!

-¡Oh! Hermanos míos... aprendices y camaradas, de todos los grados, les habla su Gran Maestre. Demos inicio a la reunión de hoy.

-Escúchanos, Maestre, te rogamos.

-¡Oh! Gran Arquitecto, ¡te invocamos!

-Gloria a ti, Gran Arquitecto del Universo.

-Esta noche, hablaremos de una bella parábola griega. Nos situamos en la Antigüedad, cuando la Escuela Pitagórica gozaba de su máxima reputación. Nuestro gran camarada Pitágoras, luego de sus viajes entre Egipto y Grecia, un poco antes de que Platón fuera influido por la gran revelación de la separación entre alma y cuerpo, se preocupaba de reunir estudiantes para iluminarlos en la sabiduría de los conocimientos matemáticos, uno de los grandes logros egipcios.

Por aquel entonces, un día cualquiera, la gran escuela matemática hacía sus cátedras. De entre las charlas de ese día, salió como iluminación de entre los filósofos probar la irracionalidad de la raíz cuadrada de 2. Enorme sacrilegio para la armonía política griega, pero un gran avance para la compleja armonía universal. Recordemos que se procede a una demostración por contradicción, donde al ser la raíz cuadrada de 2 un número racional, debería existir un m1 y un n1 en los enteros, tal que al ser divididos, el resultado sería un número racional. Para ello se necesitaba que uno de ellos fuera par y el otro impar, lo que se contradice rápidamente al desarrollar los cuadrados que quedan iguales a un número multiplicado por 2. Al ocurrir en ambos casos, queda que tanto m y n son pares, por lo que es una contradicción, y se procede entonces a deducir que se trata de un número irracional.

Obviamente, esta conclusión fue rápidamente perseguida. No cabía dentro del mundo griego la posibilidad de que existieran números de aquella naturaleza… ¿cómo podría ser algo “irracional”? Era aniquilar la armonía del universo que justificaba su religión, y por consiguiente, su política. No olvidemos que el espíritu del orden y la belleza del periodo no permitía nada antojadizo… incluso los vanidosos dioses estaban bajo el orden de la moira. El orden establecido terminó por ofuscar la iluminación de aquellos sabios de la antigüedad. Desde entonces fue que aquella gran escuela tuvo que enseñar escondida entre las montañas, aquel lugar simbólico del despojo, del hermetismo, fuera de la compleja unión de la polis… “serán dioses o serán bestias”, como se veía a través del ojos de Aristóteles. Bajo la oscuridad de la rocosa geografía de los Balcanes, entre esos muros de roca, se encerraban los grandes descubrimientos filosófico-matemáticos.

¿En qué los puedo iluminar?

-Yo, el Camarada Simón, grado 20 ¡Oh, Gran Maestre Oyarzún! Si me honra vuestra atención, tengo una duda.

-Pero claro, amigo Simón, por favor permíteme iluminarte. Mi filantropía brota de mi pecho y no puede escapar más que por la boca que se siente empujada a iluminarte desde el pensamiento.

-¡No se imagina cuán feliz me pone su disposición! Pero la verdad es que me siento confundido… ¿qué debemos aprender de aquella parábola? ¿Acaso no son los griegos de la antigüedad aquellos grandes sabios que han trascendido hasta nuestras mentes? ¿Acaso no nos reunimos todos los viernes para discutir de sus grandes escritos? ¡Oh, paradoja… grave paradoja! ¿De qué lado estar? ¿Acaso no son los griegos tanto inocentes como verdugos? Lamento si lo ofendo con mi ignorancia, temo mucho a perder algún grado de los que tanto me ha costado ganar… quizá no merezca estar ante vuestra presencia que irradia conocimiento.

-Muy por el contrario, camarada Simón… somos todos unos orgullosos de tu presencia. Y si no fuera por tu iluminadora pregunta, no se habría revelado la intención de la parábola. La iluminación es fuerte en ti… de hecho, quisiera llamarte Pedro, porque serás la piedra orientadora de nuestras charlas mientras yo sea Gran Maestre.

-¡Oh, Gran Maestre Mío! No se imagina cuánta es la dicha que recorre mi alma en este minuto.

-Gracias a la grandiosa pregunta de nuestro camarada Pedro, seguiré hablándoles de la parábola. Ocurre que tal paradoja es verdadera… pero no olvidemos que también fue el mismo pueblo griego el que asesinó a Sócrates. En Grecia existía sabiduría, belleza y armonía; pero no estaba completa. Tal como les mencioné, aquel descubrimiento fue en contra de todo orden establecido, y es por ello que fueron perseguidos. No se dieron cuenta que estaban ante un descubrimiento que no atentaba contra la armonía universal, sino que la completaba.

Es por eso que nuestra adoración al pueblo de la Antigua Grecia no debe convertirse en una contradicción, sino que debe recordarnos la importancia de un espíritu cosmopolita, el mismo que hizo al mundo helénico ser lo que fue. Fueron el contacto, la divergencia y la tolerancia los que hicieron que el mundo clásico llegara a ser lo que fue.

No olvidemos que es parte de los principios de la masonería. ¿Acaso no somos representantes de una Ilustración que trajo más igualdad, libertad y fraternidad a nuestro mundo? ¿Acaso no somos representantes del mejor periodo de la historia de la humanidad, donde la filantropía permitía traspasar el conocimiento para alcanzar un progreso infinito? Los tres principios, nuestra gran consigna, requieren de una tolerancia para poder alcanzar el Supremo Conocimiento, aquello a lo que tendemos por naturaleza… aquello a lo que el Gran Arquitecto nos llama. Los pilares de la francmasonería yacen ahí, entre esas columnas de la suprema sabiduría…

-Pero, disculpe, Gran Maestro…

-Estoy hablando…

-Es que tengo una duda.

-Y, dime, ¿cuál es tu nombre?

-Soy Óscar, aprendiz.

-Noto que eres aprendiz, tienes el lenguaje de uno. Aún no alcanzas el lenguaje que supera lo vulgar, y no has respetado mi discurso…

-Lo siento, es que tengo una duda, y creo que si no lo digo ahora se me va a olvidar para después.

-No me extraña, no eres iluminado.

-Es que se trata de lo que está diciendo ahora. El otro día, mi hija mayor me sacaba en cara que la masonería chilena actual no se comparaba con la francmasonería que nació hace siglos. Me acusaba de que la filantropía había depravado en elitismo, que toda la influencia que se tenía como plataforma de las reformas, habían pasado a ser sólo una red social. Me dijo que el trato de amor a los seres humanos, había pasado a ser una mirada de desprecio hacia quienes creían inferiores, aquellos “menos iluminados”, y que el espíritu de entregar conocimiento para el progreso de las personas, había desembocado en un secretismo de “nosotros tenemos una verdad de la que ustedes, simples mortales, no tienen derecho a saber”. En ese momento la detuve y le dije que no podía decir eso, que incluso tal espíritu prevalecía en las muchas fundaciones con impronta social que estaban bajo nuestra tutoría, a lo que ella replicó que semejantes actos los hacen católicos, judíos, protestantes, comunistas y así una enorme lista de grupos de presión que pasaban regimientos de adoctrinamiento por centros educacionales y sociales. Me dijo que si todas las personas que supuestamente están interesadas en el bien de la humanidad se juntaran para buscar acuerdos y trabajar juntos por el progreso, entonces hace mucho tiempo habríamos acabado con muchos de los problemas que nos aquejan. Dijo también que se sentía alarmada por la ironía histórica de que alguna vez, cuando aún existía un espíritu filantrópico entre las filas, haya habido un gran masón que se interesó por la educación chilena, el presidente Pedro Aguirre Cerda; pero que, en el 2006, en la famosa Comisión de Educación, hayan invitado al Gran Maestro de la logia masónica sólo por dicha condición y que, aún así, ya no se generaba el mismo consenso que antes… porque los masones ahora actúan como un gremio que aboga por sus intereses antes que el interés de la nación. Me dijo que si de verdad existiera una intención de trabajar por el país, que entonces hace mucho tiempo habrían acabado disputas superficiales con otros grupos ideológicos y se habrían generado más espacios ecuménicos, donde todas las disposiciones fluyeran sobre un mismo fin: la humanidad. También me dijo que al aislarse de la comunidad para ser un solo ermitaño, sólo se confirmaba que eran bestias, porque, a pesar de lo que se creyera, dioses no eran. Luego me recriminó que en un principio la masonería debió ocultarse porque, al cuestionar el poder del Rey, corrían peligro de ser eliminados; pero que, en pleno siglo XXI, donde los sistemas democráticos dominan como régimen político, el hermetismo, sectarismo y los símbolos de identificación pasaban a ser una burla, un chiste, un juego de adolescentes, una señal de que el espíritu de entregar luz al mundo se ha disipado entre la vanidad. ¿Dónde está la igualdad entre el Gran Maestre y el aprendiz? ¿Desde cuándo la fraternidad pasó a ser una camaradería mafiosa? Porque está claro que era fraternidad está dentro de la secta, pero no con el resto del mundo. Pero, Gran Maestro, lo que más me llegó, fue cuando me dijo: “pero yo sé que no todos son así… sé que muchos han ingresado con buenas intenciones, pensando más en qué podrían hacer por el mundo que en el ‘qué dirán cuándo sepan que soy masón’… sé que algunos aún tienen alma sencilla, algunos como tú, papá. Por eso, te lo ruego, sal de ese lugar”.

Sencillamente, no tuve qué decirle. En especial por lo último, que me rompió el corazón. ¿Qué debo hacer?

-Bueno, Don Óscar, no me extraña que no sepa qué responderle, usted no es un iluminado.

-Lamento mucho mi ignorancia, pero, entonces, ilumíneme con su sabiduría… ¿cuáles son las respuestas?

-Las respuestas no se las puedo dar yo, sólo usted debe conseguirlas por sus propios méritos.

-Pero es que no entiendo, realmente no sé qué hacer.

-Ése es un problema que debe resolver pensando. Tal vez se ilumine. Espero que las charlas de hoy, que espero no vuelva a interrumpir, lo ayuden a encontrar ese camino de la iluminación.

-Mmmm… está bien.

-Y, antes de seguir… hermano Óscar, ¿no ha pensado en retirarse?